La alimentación actual y los muchos alimentos procesados que consumimos de forma habitual pueden en ocasiones, causarnos algunas desavenencias físicas. Lo más común frente a esas situaciones en las que la ingesta de algún alimento nos produce malestar, es dejarlo pasar.
Generalmente es algo pasajero, simplemente hemos comido de más, o nos ha sentado mal. No hay que darle más vueltas. Sin embargo a muchas personas, sin saberlo, lo que les ocurre es que son intolerantes a ciertos alimentos o medicamentos.
Otros directamente son alérgicos y en seguida que comen algo que les produce alergia, sufren de un cuadro de la misma que no les deja indiferentes.
La alergia es una cosa y la intolerancia, otra. Hay que prestar mucha atención a lo que se come cuando se sospecha de alergia. Es más, hay que diagnosticarlas para poder evitar totalmente la ingesta ya que una reacción alérgica, puede resultar muy peligrosa. Las intolerancias alimentarias, tienen un curso más leve de respuesta del organismo y suelen quedarse en una sintomatología molesta pero no grave.
En una visita a los profesionales de la Farmacia Ramón Ventura nos han explicado brevemente las diferencias entre alergia e intolerancia. Nos recuerdan la importancia de hacerse pruebas de alergia o un test de intolerancia alimentaria a la primera sospecha.
Alergia alimentaria
Las alergias alimentarias son reacciones del organismo frente a la ingesta de determinados alimentos. Estas reacciones, implican directamente al sistema inmunitario, desarrollando síntomas como problemas digestivos o gástricos, urticaria e incluso, problemas respiratorios graves.
Las alergias pueden confundirse fácilmente con las intolerancias. La prevalencia de alérgicos, afortunadamente no es muy amplia y suele darse en niños que, pese a la ausencia de una cura para ello, lo superan al llegar a la edad adulta.
Los síntomas se manifiestan durante las primeras dos horas posteriores a la ingesta o el contacto con el alérgeno. Ocasionalmente puede transcurrir más tiempo, pero lo más común es que la reacción se produzca de forma inmediata.
Los signos y síntomas son fáciles de reconocer:
- Hormigueo o picor en la boca.
- Urticaria o comezón en la piel. A menudo en la zona abdominal.
- Hinchazón repentina de la cara, garganta y boca, que dificultan la respiración.
- Sibilancias o congestión nasal.
- Dolor abdominal, sensación de nauseas o diarrea.
- Sensación de mareo o aturdimiento. A veces desmayos.
Uno de los mayores riesgos de padecer alergia alimentaria es la posibilidad de sufrir un shock anafiláctico. Este síntoma es de los más graves que pueden darse y es vital acudir a urgencias si se presenta.
Las alergias alimentarias son algo muy serio. En algunas personas los síntomas son leves y se controlan rápidamente. En otras, basta con tocar el alimento que contiene el alérgeno para desencadenar una alta respuesta del organismo y presentar los síntomas más graves. Lo mejor es evitar siempre el contacto con el alimento.
Intolerancia alimentaria
Las intolerancias son más fáciles de manejar que la alergia. Pueden resultar molestas o hacerte pasar un mal rato pero rara vez van a llevarte al hospital. Aun así, conviene saber si se tiene algún tipo de intolerancia ya que puede desencadenar problemas que tienen solución si sabes a qué atenerte.
Para empezar, hay que saber que las intolerancias pueden diferenciarse en dos tipos: metabólicas e inespecíficas. La primera es a consecuencia de que el metabolismo no metaboliza el alimento de forma correcta. Esto suele ser debido a un fallo del organismo. La segunda se da cuando el propio organismo, no asimila bien el alimento.
Las intolerancias metabólicas son más fáciles de diagnosticar y tratar. Estas se producen por un déficit metabólico ya que el organismo carece de alguna enzima necesaria para el metabolismo. Este es el caso de la intolerancia a la lactosa. La ausencia total o parcial de la enzima llamada lactasa, la lactosa no se digiere y provoca ciertos trastornos en el aparato digestivo. Lo mismo puede ocurrir con la fructosa o el gluten.
En cuanto a las intolerancias inespecíficas, su diagnóstico es mucho más complejo y difícil. La mala asimilación del alimento en cuestión puede acabar generando trastornos de diferentes tipos. Si bien hay que tener en cuenta que las intolerancias no siempre se dan en igual medida. A veces un mismo alimento produce reacciones adversas y otras no.
No obstante, dada esa incapacidad de predecir cuando el alimento va a causar más daño, lo mejor es evitar su consumo.
En los casos de intolerancia, influye también el modo en que se consume el alimento. A diferencia que en las alergias que basta con el alimento en si para provocar una reacción. Dado que en algunos alimentos la composición varia a la hora de ser ingerido, la intolerancia puede darse o no.
Los trastornos que producen las intolerancias son de diversa índole. Lo positivo es que una vez sabes cual o cuales son los alimentos que te causan malestar, con eliminarlos de la dieta, mejoras. A continuación se detallan algunos de esos trastornos.
Trastornos abdominales que van desde la distensión abdominal hasta el síndrome de colon irritable.
Procesos dermatológicos como la psoriasis o urticaria pueden desencadenarse a raíz de una intolerancia.
Dolores de cabeza, migrañas, vértigo o fatiga dentro del espectro de trastornos neurológicos.
En numerosas ocasiones, personas que tienen obesidad o sobrepeso y han probado tratamientos de todo tipo, han terminado por descubrir que su problema era debido a una intolerancia. Eliminado de su dieta el alimento, el adelgazamiento se ha producido de forma natural.
Numerosas alteraciones musculares o de carácter reumático como la artrosis o la fibromialgia pueden ser provocadas por algún alimento.
Molestias en el tracto respiratorio como la sinusitis o incluso asma.
Estados psicológicos como ansiedad, depresión o apatía pueden estar vinculados a la ingesta de ciertos alimentos.
El abanico es muy amplio. Las consecuencias de la ingesta reiterada de alimentos que no son tolerados por el organismo, pueden desencadenar una serie de problemas que sin ser graves, son molestos. Lo mejor es que son fácilmente corregibles una vez se hace el diagnóstico.
Tanto si se sospecha de alergia o de intolerancia, si algún alimento hace que te sientas mal cuando lo ingieres, lo que hay que hacer es buscar la causa. El tratamiento es tan simple en ambos casos, como no comerlo.