Es probable que en un gran porcentaje de las conversaciones que se generan a vuestro alrededor aparezca la palabra “vivienda”. Sin duda, este es uno de los asuntos que más condicionan nuestra vida desde el momento en el que somos económicamente independientes de nuestra familia. Y es que no es para menos. La vivienda que escojamos para residir de manera habitual y todo lo que tenga relación con ella van a marcar nuestro bienestar y la calidad de vida que vamos a tener desde el mismo momento en que decidimos comprarla en adelante. Por tanto, me parece lógico que se encuentre en el centro de millones de conversaciones.
A lo largo de todos estos párrafos, os voy a contar cómo fue el proceso por el cual adquirí mi primera vivienda. Ha sido hace apenas un año. Tengo 32 y empecé a trabajar con 24, un pelín después de haber acabado mi carrera universitaria. A pesar de que entré a trabajar siendo indefinido, algo que podríamos considerar como una verdadera suerte en un país como el nuestro y en una época como en la que nos movíamos entonces, decidí esperar unos años para comprar una vivienda con el objetivo de ahorrar para pagar los gastos de entrada y también con la esperanza de que mi pareja también adquiriera un empleo indefinido, algo que también ocurrió algunos años después de que lo hiciera yo.
La verdad es que tuvo que haber mucha gente que pensara lo mismo que nosotros porque, tal y como he visto recientemente en una noticia del diario 20 Minutos, la venta de viviendas se disparó un 51% en el pasado mes de octubre y adquirió su nivel más alto en los últimos 17 años, desde la crisis económica de un 2007 de la que muchos y muchas todavía nos acordamos muy bien. La vivienda, que siempre ha sido un bien del que se ha hablado largo y tendido tanto en la calle como en las esferas políticas, se convirtió a lo largo del año pasado en el tema estrella en ambos ámbitos.
No nos vamos a engañar, el precio de la vivienda ha crecido de manera considerable en el interior de nuestras fronteras. Lo podemos saber si atendemos a la noticia que voy a compartir a continuación y que fue publicada en la página web de Fotocasa. Se dice ahí que, en enero de este 2025, el precio del metro cuadrado de vivienda era de más de 2.400 euros y que, por ende, una vivienda que tuviera unos 80 metros cuadrados podría salir a un precio de algo más de 192.000 euros. Son cifras bastante más altas que las que hemos visto en otros momentos de la Historia y nos parece lógico que la vivienda se haya convertido en una de las preocupaciones más grandes a las que se tienen que enfrentar las familias en nuestro país.
Tanto mi pareja como yo teníamos todo esto en cuenta cuando empezamos a hablar de comprarnos una casa. Por suerte, teníamos un dinero para poder invertirlo en este tema, así que nuestra posición era la de alguien que sí que podía asumir una inversión como de la que estamos hablando. Teníamos ganas de poseer algo propio después de haber estado algunos años de alquiler y la posición laboral en la que nos encontrábamos nos invitaba a dar un paso adelante en este sentido, aunque no os voy a negar que siempre existe un cierto miedo cuando te vas a hipotecar a dos o tres décadas vista.
El caso es que seguimos todos los pasos necesarios para la compra de una vivienda. Empezamos a mirar cuáles estaban siendo las nuevas construcciones, empezamos a hablar con el banco para saber cómo podríamos financiar el proyecto, llegamos a varias conclusiones en relación con estos casos y tomamos la decisión de ir a vivir a una vivienda nueva que habían construido en un barrio de reciente creación en nuestra localidad. La verdad es que era un plan ideal: seguiríamos cerca del trabajo y la vivienda contaba con el espacio suficiente como para garantizar nuestro bienestar. Además, era cómoda incluso aunque decidiéramos ampliar la familia. Miel sobre hojuelas.
Cuando compras una vivienda y que además es nueva, también hay algo que siempre debes tener en cuenta: el hecho de amueblarla. Esto es tan importante como decidir cuál es la vivienda concreta en la que queremos residir durante el resto de nuestra vida. No hay que equivocarse bajo ningún concepto y eso exige que tomemos las decisiones de una manera pausada, sin prisas, teniendo también en cuenta las características concretas que tiene la vivienda que hemos elegido. Eso es exactamente lo que hicimos nosotros cuando empezamos a analizar qué muebles iban a hacernos falta y cómo nos iban a poder ayudar para tener el tipo de vida hogareña que queríamos.
Fuimos viéndolo por fases. Lo que más urgencia nos parecía que tenía era todo lo relativo a los dormitorios y la cocina. Como íbamos a dejar un margen de tiempo para mudarnos y aprovecharlo para amueblar toda la casa, creíamos que era importante amueblar el dormitorio de matrimonio, la cocina por completo y un mínimo del salón. En cuanto tuviéramos cumplido todo eso, podríamos oficializar la mudanza y empezar a pensar desde ahí en ir adquiriendo muebles poco a poco para ir completando lo que nos faltara. De ese modo, también se iría repartiendo la inversión y no nos tocaría ver reducida de manera drástica en nuestra cuenta bancaria de cara a afrontar otros desembolsos que nos pudieran hacer falta.
Cuando empezamos a buscar opciones para amueblar la cocina, extremamos todas las precauciones como consecuencia de la importancia que tiene esta estancia dentro de una vivienda. Estudiamos varios posibles proveedores con detenimiento y la conclusión que extrajimos fue la de dar luz verde a lo que nos proponían desde Modular Cocinas porque ofrecían un servicio de diseño y producción del mobiliario para la cocina de manera online. Esto nos daba mayor peso a nosotros en lo que tenía que ver con la cocina exacta que queríamos para nuestra nueva vivienda y lo cierto es que, de alguna manera, eso nos dejaba mucho más tranquilos.
En un periodo muy corto de tiempo, ya estábamos disfrutando de la cocina con la que habíamos soñado durante tantos años. Poder entrar en aquella estancia de nuestra vivienda y disfrutar de los nuevos muebles era una sensación de auténtica euforia. Se trataba de un objetivo que habíamos cumplido después de varios años y que sin duda nos empezó a hacer la vida más fácil desde el mismo momento en el que estuvo instalado. Cuando eres joven, jamás piensas en que lo que te va a hacer feliz va a ser ver tu nueva cocina instalada. Pero termina llegando a ese momento. Y es una sensación perfecta porque el pecho se te hincha de la ilusión y del orgullo que sientes.
Una vida cargada de comodidades en el hogar
Muchas veces he pensado que el hogar es una especie de refugio ante los problemas de la vida laboral. Cuando cruzamos la puerta de casa, tenemos la oportunidad de eliminar de un plumazo los pensamientos reactivos al trabajo. Y para que esa sensación nunca nos abandone, tenemos que hacer todo lo posible por hacer de nuestro hogar un lugar en el que nos sintamos cómodos y en el que asuntos como el agobio, la ansiedad o el estrés no tengan cabida. Disponer de la cocina que siempre hemos querido es una de las cosas que nos pueden ayudar a conseguir ese objetivo.
Nunca hay que subestimar el poder que tiene el hogar para hacernos felices y cargar de bienestar nuestra vida. En un mundo que se ha vuelto tan complicado para las personas en muchos asuntos, poder tener el hogar que siempre hemos querido es algo por lo que tenemos que pelear. Son muchas las personas que, todavía a día de hoy, no se encuentran felices con la vivienda en la que residen de manera habitual. Es hora de que se vayan planteando una serie de mejoras en su hogar para corregir esa sensación y para conquistar esa felicidad que deben estar disponible para todo el mundo, con independencia de los recursos que tenga, el idioma que hable o la cultura de la que disponga.
Por supuesto que se habla de la vivienda. Y más que se tiene que hablar. Con una casa o un piso que se ajuste a lo que necesitamos, tenemos muchas opciones de tener la vida que queremos. Eso no hay nada que lo pueda pagar. La sensación de ser felices con lo que tenemos es realmente reconfortante y debemos hacer todo lo que se encuentra en nuestra mano para vivirla y hacerla nuestra durante todos los días que nos resten de vida. Os puedo asegurar, porque lo he vivido, que merece la pena. Ojalá que todos y todas las que os habéis tomado unos minutos para leer este artículo podáis sentir lo que yo he sentido cuando he visto, ya vestida, mi nueva casa.