Desde que Aristóteles, allá por el siglo IV a.c, comienza a experimentar con animales, hasta nuestros días, se han venido cometiendo, en nombre de la ciencia, auténticas barbaridades dentro de los laboratorios. Hoy se sabe que existen alternativas éticas a la experimentación animal, pero aun así muchas empresas farmacéuticas, cosméticas o alimentarias, se niegan a aparcar esta aberrante práctica, principalmente por motivos económicos, ya que si quieren entrar en el mercado chino, han de testar obligatoriamente sus productos en animales.